12 mar 2017

Café

¡Buenos días! El fin de semana ya llega a su fin y, como cada Domingo (o eso se intenta) aquí os traigo algo con lo que disfrutar un ratito mientras disfrutáis de vuestro primer café si se os han pegado las sábanas o, si por el contrario habéis madrugado, quizá leais esto entre pilas de apuntes y el segundo o tercer café de la mañana.

Soy de las que les cuesta encontrar inspiración a veces pero que, cuando menos se lo espera, encuentra esa chispa donde no lo habría imaginado. En concreto, el relato de hoy nace de una de mis pasiones y de uno de mis complejos. Adoro el café, los recuerdos que me trae su aroma, su complejidad... Y sin embargo siempre he odiado el color de mis ojos que se asemeja tanto a esa bebida que me trae de cabeza desde que me dejaron tomarla. 

Es curioso, pero me ha gustado el café antes incluso de probarlo. De pequeña, cuando aún no me dejaban tomarlo, mis caramelos favoritos eran los de sabor café, amargos pero que te dejaban una sensación dulce al tomarlos y luego, cuando crecí y pude disfrutar de aquel placer de dioses, me volví adicta a él. Hasta el punto de que mis mañanas no son las mismas si no ha habido en ellas una taza de esta humeante bebida, con poca azúcar y con mucha espuma.

Espero que disfrutéis del post.

Café.
Ella siempre ha odiado sus ojos color café y yo nunca he entendido bien el por qué. Ella siempre ha preferido mis ojos, más distintos según ella, pero lo que ella no sabe es que, a la luz de mis ojos los suyos son únicos e irrepetibles. 
Lo que ella no sabe es que yo adoro el café, ese exótico elixir cada mañana. Que el café es energía, que es vibrante y que sus ojos hacen que el más puro café de Colombia se vuelva descafeinado si se les pone juntos. 
Ella no sabe que el café es ese elixir que me da la vida cada mañana, que sus ojos son ese elixir que son toda mi vida, que hacen que cada momento cobre sentido bajo su atenta mirada. 
Una chispa de energía, ese rayo que te remueve por dentro y esa mirada que te haría cometer la peor locura del mundo sólo por poder contemplar esos ojos una vez más. 
Ella no sabe que, al igual que el café, debería estar restringida a los adultos. Porque el café es un placer destinado a los más exquisitos paladares y sus ojos son un placer del que sólo quiero disfrutar yo. 
Adicción a la cafeína, adicción a tus ojos color café. Que con una mirada y una sola bajada de pestañas me atraparon y me hicieron adicto a ellos, a ti, y desde entonces no paro de buscarlos entre la gente para saciar mi sed de café, mi sed de ti. 
Amargo al principio, con un gran cuerpo y un aroma que se clava en lo más hondo de tu alma y de tus recuerdos. No, no hablo del café que ahora preparas para los dos, sino de ti cada vez que desapareces por esa puerta, dejándome a mi con una taza vacía, una sensación amarga por no poder disfrutar de tus ojos y el recuerdo de tu cuerpo y tu aroma en mi ropa. 
¿Cómo puede odiar sus ojos café?¿Cómo puede decir que son corrientes? Si cada vez que los miro descubro un nuevo matiz, un nuevo aroma, un nuevo motivo por el que perderme en ellos y no querer salir de ese paraíso. 
¿Cómo decirle que sus ojos son perfectos? Que si son café no son corrientes porque es uno de mis placeres culpables, porque ella es mi placer culpable. Porque igual que el olor del café por la mañana te dibuja una sonrisa y siempre te transporta a los buenos recuerdos, mirar sus ojos es revivir todos y cada uno de sus besos, todas y cada una de sus risas, todos y cada uno de los momentos que han sido felices en mi vida. 
Café, lo saboreo ahora dos veces. El que tú compartes conmigo, con los labios y el que me regalas cada día cada vez que me miras, con los ojos, con el alma encogida en un puño. Café, mi amargo elixir, mi dulce tortura, la razón por la que pierdo la poca razón que me queda cada vez que me hundo en esas dos gotas que son tus ojos...  
Café, mi color favorito desde que llegaste tu a mi vida. Café, simplemente, café

1 comentario:

  1. me ha encantado y me he sentido identificada con la chica realmente jaja
    Un beso

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